No es suficiente una reforma laboral, también se necesita una reforma financiera

Los llamados agentes sociales en España (CEOE, CCOO y UGT) están aplicando con urgencia las recetas que les están sugiriendo desde distintos ámbitos, encabezados por el Gobierno español y el europeo, que necesitan presentar datos que confirmen que las reformas han empezado en nuestro país, para que regrese la confianza y la credibilidad en nuestra economía.

Inicialmente parece que estas recetas han empezado a dar frutos y las recientes subastas de bonos y deuda se han cubierto en su totalidad y a un interés mucho más bajo que el que veníamos padeciendo meses atrás. Este descenso de la prima de riesgo hace que debamos menos dinero, lo que es una buena noticia.

Ahora bien, de lo que se trata no es sólo de cortar la hemorragia. También es primordial crear la legislación necesaria para propiciar el crecimiento económico, que disminuya el número de parados y que fluyan los créditos.

Parece que todo el mundo está de acuerdo en que en España sólo se crea empleo cuando el PIB es positivo, por lo que sería lógico que tenga prioridad la creación de las condiciones necesarias para que esto se produzca.

Si nos limitamos a realizar recortes (que caen en los de siempre) y a ahorrar (que repercute en los de siempre), el crecimiento de nuestra deuda será menor, pero también será imparable.

No es suficiente con una reforma laboral que además todavía está pendiente, porque lo que han hecho patronos y sindicatos de clase esta pasada semana es solo el inicio de la cuestión.

Es tan urgente o más, una reforma del mercado financiero que permita que los créditos lleguen a quienes son capaces de crear empleo y riqueza.

Los bancos, unos de los principales responsables de las crisis, tienen que contribuir a que salgamos de ella. No puede ser que los Bancos Centrales europeos (es decir nosotros, los ciudadanos) les estén prestando el dinero a un interés muy bajo y, las entidades de crédito, en lugar de hacerlo llegar a la sociedad, lo estén invirtiendo en comprar deuda de los estados, con lo que consiguen jugosas y seguras ganancias.

No es ético, ni es práctico. O acometemos estas reformas, la económica, la financiera y la laboral, a la vez, o fracasaremos para nosotros y para varias generaciones futuras.

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