Ya hemos hablado en este blog de cómo el sindicalismo de clase, representado en nuestro país por UGT y CCOO principalmente, no deja de perder afiliados. Un reciente artículo del diario económico Cinco Días señala que “CC OO y UGT concentraban en 2010 el 76% de los delegados sindicales frente al 24% de los pequeños sindicatos. Sin embargo, en junio pasado los grandes redujeron su presencia dos puntos, pasando al 74% frente al 26% de las centrales de menor tamaño”.
Se menciona también una curiosa circunstancia a la que ya nos hemos referido alguna vez: la crisis tendría que haber provocado una vuelta a los sindicatos para luchar por los derechos laborales, pero en el caso de los grandes, esta vuelta no se ha producido, sino todo lo contrario. El desengaño de los trabajadores y la sociedad en general con los sindicatos de clase es tan grande que sus líderes ya han pedido “repensar” su modelo.
Al mismo tiempo, los trabajadores confían más en sindicatos profesionales (cada vez menos minoritarios) como FASGA. Estos sindicatos ofrecemos a los trabajadores lo que realmente necesitan: protección adaptada y centrada en sus necesidades, sin intereses políticos y económicos de por medio, sin afán de protagonismo, sin eslóganes efectistas ni decisiones a puerta cerrada. Porque pensamos que hablando (negociando) es como se entiende la gente.
Viendo estas cifras, el sindicalismo de clase hace bien en reflexionar. No sólo para evitar su propia debacle, sino para no perjudicar la imagen del sindicalismo en general, que en tiempos de crisis económica como la que atravesamos es más necesario que nunca.