A todos nos contaron de niños la fábula de la cigarra y la hormiga, pero parece que no todos la interiorizaron tan bien como debieran.
En este pequeño relato, la cigarra pasa un verano ocioso, cantando cómodamente en la rama de un árbol. Por su parte, la hormiga se dedica a trabajar contrarreloj para asegurarse el alimento para el duro invierno. Cuando llega el invierno, la hormiga dispone de alimentos suficientes para sobrevivir y la cigarra se ve de repente desprovista de cualquier sustento. Al final, la hormiga decide entregar parte de sus alimentos a la cigarra, advirtiéndole que “más vale prevenir que lamentar”.
Los sindicatos de clase y la patronal llevan ya un tiempo disfrazados de cigarra y no parecen dispuestos a quitarse el disfraz. Las conversaciones para reformar la negociación colectiva tendrían que haber acabado hace un mes y medio, según lo establecido en la reforma laboral, pero los sindicatos de clase son incapaces de cerrar un acuerdo y prolongan una y otra vez un pacto que Europa considera necesario para generar confianza y poner en marcha una recuperación económica consistente y verdadera.
Con casi cinco millones de parados y una crisis que dura ya varios años, el invierno llegó hace ya bastantes meses a España. Los sindicatos mayoritarios deberían estar trabajando con realismo y sin dogmatismos, velando por el mantenimiento del empleo y no preocupados únicamente por mantener sus privilegios y subvenciones para seguir cantando sus lemas en manifestaciones que han perdido todo su sentido.
¿A qué se debe esta tardanza? ¿Por qué posponen una y otra vez el acuerdo? ¿Se debe al comportamiento que cabe esperar de una cigarra o hay algún tipo de interés oculto, quizá relacionado con la proximidad de las elecciones? Sea cual sea el motivo, los sindicatos de clase deben comprender que a diferencia de lo que ocurría en la fábula, en este caso no habrá hormiga que pueda ayudarnos. Insistimos en la moraleja de la fábula que citábamos al principio: “más vale prevenir que lamentar”.