Casi todo el mundo está de acuerdo en que el actual sistema de pensiones español necesitaba una reforma para evitar el colapso, pero de ahí a celebrar como un éxito un acuerdo con el gobierno que supone una importantísima merma en los derechos económicos de generaciones enteras de trabajadores hay un trecho. Es una tomadura de pelo a la que nos tienen acostumbrados los sindicatos CCOO y UGT.
CCOO y UGT son parte del problema. Si en lugar de hacer el papel de paniaguados subvencionados del Gobierno hubieran propuesto medidas que evitaran la masiva pérdida de puestos de trabajo, no nos hubiéramos encontrado con esta situación. Más personas estarían trabajando y cotizando y las pensiones no se habrán recortado de forma tan salvaje.
Lo sarcástico del tema es que CCOO y UGT han sido parte del problema y ahora nos tratan como tontos, apareciendo como los que salvan la cuestión.
Otra cosa es el papelón que han hecho en todo este proceso, con apariciones públicas diarias de los dirigentes de CCOO y UGT en las que llamaban poco más o menos a la revolución si se incrementaba la edad de jubilación.
El 12 de enero, Ramón Górriz, secretario de Acción Sindical de CCOO afirmaba: «En enero del año pasado ya nos plantearon ese modelo de jubilación a los 67 años con 37 de cotización, y a los 65 con 41, pero siempre lo hemos rechazado y también lo haremos ahora«.
Más recientemente, con el acuerdo firmado, Toxo y Méndez acudían a la SER para intentar explicar sus motivos:
Varios mensajes de los oyentes apuntaban en una misma dirección. «¿Cómo se pueden pactar así?», «¿Por qué se celebra este pacto?», «No las han metido doblada», la mayoría de estos mensajes corresponden a afiliados de UGT.
Así de firmes se mostraban los sindicatos de clase en contra de una medida por la que hoy posan orgullosos. Mientras tanto, en el mundo real seguiremos trabajando en un entorno cruel de crisis en el que, para más INRI, siguen imperando estos sindicatos politizados y pusilánimes.